“Cuando volví a la mesa, luego de recibir la graduación, miré a mis padres, a mi hermana y se me llenaron los ojos de lágrimas. Ahí caí de lo que había logrado”.
Son pocas las personas que tienen el privilegio de que toda una vida, en especial una carrera profesional y todo lo que son y lograron, pase por su cabeza en un momento puntual y le haga caer la ficha... Pilar Geijo fue una de ellas hace pocos días, en Londres, cuando resultó protagonista de la ceremonia de inducción al Salón de la Fama de aguas abiertas. “Así me pasó. Todo el tiempo fui muy consciente de la importancia del premio, quizás el máximo que pueda aspirar cualquier deportista en su disciplina, pero hubo un instante, cuando la presentadora relató todo lo que había conseguido, diciendo ‘cuatro veces campeona del mundo (2010, 2011, 2014 y 2015), tres veces subcampeona (2009, 2012 y 2016), 35 podios internacionales’, que sentí una emoción profunda, es como que no lo podía creer. Pensé que hablaba de otra persona y dije ‘guau, no puedo creer estar acá’... Fue un momento realmente fuerte. Y, claro, un sueño hecho realidad”, cuenta esta porteña de 33 años que ganó cuatro veces la maratón del lago Saint Jean, en dos la Capri Nápoles y en seis la más extensa, la Hernandarias-Paraná, entre otras.
Cuando Pili habla de un sueño hecho realidad no es una frase más. O una frase hecha. Ella tenía 16 años cuando, en un regreso desde Hawaii, hizo una escala en Estados Unidos para visitar el Salón de la Fama donde ahora ingresó. Hacía pocos años que nadaba y apenas tres en esta especialidad cuando tuvo el deseo de conocerlo por dentro. Y allí, en el 2000, empezó a soñar. En ese edificio de Fort Lauderdale, creado en 1971, la impactó pararse frente a la estatua de Mark Spitz y encontrar al referente de su infancia, al gran Alfredo Camarero, uno de los –ahora- 11 argentinos inmortalizados. Allí, señalando la imagen de quien la ayudó en sus comienzos, su padre le sacó una foto que hoy se convirtió en un documento histórico. “Sí, es todo muy loco. Recuerdo cómo me impactó estar ahí, ver las fotos, los reconocimientos, los logros... Tanto me motivó que volví al país y escribí en un papel ‘futura campeón mundial de aguas abiertas’ que dejé en mi escritorio y veía cada día al volver del colegio. Estar ahí me despertó sueños y ambiciones. Por eso para mí este premio es especial, una emoción muy fuerte”, rememora Geijo, quien viajó a la ceremonia con su madre Adriana, su papá Mario y hermana Pamela para disfrutarlo en familia.
Geijo fue una de las 15 premiadas de distintos países y apenas una de las dos sudamericanas en recibir la inducción (la otra resultó la brasileña Poliana Okimoto). “Fue muy emocionante en todo momento. Ver a mi familia, que tanto me apoyó. Recordar a tanta gente que, a lo largo del camino, me ayudó. Mirar nuestra bandera izada me dio mucho orgullo de ser argentina. Sentí que representaba a mucha gente. Y también fue un impacto que se me acercara gente, ex nadadores, para pedirme una foto o decirle que me tenían como referente. Ahí te das cuenta de la trascendencia que hoy tienen las redes sociales y de lo que significa ganar algunas carreras tradicionales, como la Capri Nápoles o la de Canadá”, analiza mientras cuenta, aún emocionada. Y lo que más la sorprendió es que para otorgarle el premio habían analizado mucho más que sus triunfos y títulos. “Para ellos es muy importante la influencia que ejerciste en tu deporte, la difusión, la transmisión de valores y hasta el compromiso social”, explica Pili.
Justamente un compromiso que se le despertó hace siete años. “En realidad, fue la empresa Weber Saint Gobain la que me lo despertó y ahora también es parte de este premio, porque para la inducción tuvieron en cuenta mi ayuda social. El programa la Huella me enseñó a pensar en el otro y yo sentí que era algo me gustaba potenciar. Sumarme a esta idea le dio realmente más sentido a mi carrera. Uno tiene buenos resultados, gana títulos, pero si encima puede llegar a una empresa que te ayuda a ayudar sentís que todo tiene otro significado. El círculo se cierra con este último eslabón”, explica quien ayudó a refaccionar el Ringo Boxing Club, una escuela de Paraná y los vestuarios de la pileta de Nueva Chicago. Ahora, tras su último hito, que fue cruzar el Río de la Plata en tiempo récord (9h33m para hacer los 42.2 kilómetros que unen Colonia y Punta Lara), decidió ayudar a una escuelita de fútbol en el barrio Monasterio de La Plata. “La Huella me hizo pensar en ayudar y, cuando decidí el cruce, resolví darle un contexto solidario y por suerte no sólo Weber se sumó sino también otros de mis sponsors para hacer su aporte”, cuenta Geijo. Está claro que Pilar ha dejado una huella mucho más que en la natación.
Texto: Julián Mozo, prensa Huella Weber.